martes, 26 de enero de 2010

Volver a atrás y soñar

No sé si será una simple casualidad. Pero siempre que va a llover me pongo triste.
Los días nublados, en los que el cielo está encapotado por esas nubes negras tan preciosas, me levanto y maldigo mi existencia. Y echo de menos muchas cosas y a muchas personas que se fueron y que nunca volverán. Me levanto nostálgico.
Ojalá pudiera ser ese tipo de personas que se olvida de todo en un instante con una simple risa falsa. O que ahogan sus penas en una botella de ron. O de esas personas que se quitan la ansiedad que sienten por el peso del mundo con un simple cigarrillo en la boca, exhalando el humo que entra a sus pulmones.
Yo no puedo hacerlo. Porque no fumo, no bebo, no río.
Detrás de cada una de mis sonrisas hay dolor. Sonrío y sigo roto por dentro. Sigo destrozado por el pasado.
Me encuentro tendido, de bruces en el suelo fangoso, en esa llanura solitaria, sin vida, a la que me desterraron hace tiempo. La lluvia sigue mojando mis ropas y yo intento levantarme, pero vuelvo a caer a la mierda, llenándome más con ella. Y lloro. Y me retuerzo de dolor. Y grito a la soledad.
Porque solo quiero a alguien que me abrace por las noches. Alguien a quien mirar a los ojos al despertarme. Solo quiero un mundo sin pena, sin tristeza. Quiero volver a atrás en mis días y parar el segundero del reloj, para ver en lo que me he equivocado, para observar detenidamente todos mis errores. Necesito saber que es lo que hice mal y por qué no lo corregí en su momento. ¿Amor? ¿Hice todo lo que hice por amor? Ya ni me acuerdo.
Quiero volver a atrás en el tiempo, para ser el niño que corría por las verdes praderas, bajo un cielo azul intenso, con los ojos brillantes y una sonrisa verdadera en los labios. Me gustaría volver a ver a aquel pequeño y abrazarlo, para darle el cariño que le faltará en el futuro y para que no se olvide de él en los momentos difíciles.
Cuando estoy angustiado y triste se pone a llover, como si mi corazón fuera quien controlara el tiempo.

¿Y sabéis qué escucho a través de mi ventana en este momento?
La lluvia.

lunes, 25 de enero de 2010

Una carta de despedida

Creo recordar ese día de viento, el día que le conté mis secretos a una gota de lluvia que corría por la ventana. El día que me envolví en mi manta negra, me senté frente al portátil blanco y escribí en color azul claro. Escribí lo que sentía por esa persona. Con palabras simples y claras, mientras sentía como si me hubieran arrancado el corazón y solo me quedara un hueco sangrante y doloroso en el pecho, que me quitaba la respiración.
Mientras contaba mis penas a una triste página del procesador de textos, las lágrimas corrían por mis mejillas. De vez en cuando, miraba por la ventana y veía las copas de los árboles mecidas por el viento, algún que otro gato negro en los tejados de las casas alejadas y quizás a algún inocente niño correteando por la calle, ajeno a la vida que le espera.
Y seguí escribiendo, sin nada mejor que hacer. Porque era algo para él. Algo que terminaría leyendo.
Imprimí la carta, firmada como Zero, y la guardé en un sobre granate, escribiendo su nombre en la parte frontal y sellándolo con lágrimas en los ojos.
Recuerdo que al día siguiente llevaba el sobre en la mano derecha. También recuerdo que lo vi. Respiré con profundidad y bajé la mirada, dejando caer el sobre a su lado. Lo miré a los ojos, sus ojos, y salí corriendo hacia el frente, sin escuchar que me estaba llamando, diciendo que se me había caído el sobre. Corrí en contra del viento y de la lluvia, sin importarme que mis ropas se pasaran por agua y se helaran. Pues mi vida se había ahogado y mi corazón se había congelado.
Y desaparecí para siempre. Y él ya no volvió. No sé si leyó mis secretos. No sé si supo apreciar el amor que puse en aquella carta. Lo que sí sé es que no supo cual era mi nombre, solo fui un chico más.
Recuerdo que me dolió.
Recuerdo que me mató.
Zero.

sábado, 23 de enero de 2010

C r i s t a l c a r m e s í

Se supone que las historias son siempre bonitas. Se supone que lo que gusta es que él acabe con ella. Se cree que lo precioso es que todo el mundo sea feliz.
Pero no es así. Porque los cuentos de hadas no existen. Las historias perfectas son una quimera. La verdad es que, quien inventó esos relatos, llevaba cinco botellas de ron en el cuerpo y tenía un gran porro en la boca.
Porque hay personas que están solas aunque estén rodeadas de la muchedumbre. Y esas personas anhelan el amor verdadero. Anhelan poder reconstruir el corazón que un día cayó al suelo y se rompió en mil pedazos de cristal carmesí. Porque, en estos casos, el pegamento rápido no tiene efecto alguno. En estos caso, las historias felices son una absurda pantomima que nos intentan hacer creer. El amor feliz no existe y nunca ha existido.
El amor el el único sentimiento que puede asesinarte de una manera lenta y muy dolorosa, haciendo que sufras hasta el fin de los días, por una persona que te corresponde o no te corresponde. Da lo mismo. Le gustes o no le gustes, te quiera o no te quiera, te ame o no te ame, vas a sufrir. Y esa es la verdad.
No es necesario cerrar las puertas al amor, pues es algo imposible. Todos, tarde o temprano, dejamos que una persona nos acuchille lentamente.
Pero el amor tiene una parte buena: Hace que luches y que te hagas más fuerte.
Los cuentos de hadas no existen pero, ¿a quién le importa?
A mi no.
Me basta con mi pequeña y preciosa felicidad.

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Gente.


La verdad es que nunca me he parado a pensar por qué la vida es así. ¿Por qué hay personas que pueden resultar tan hipócritas? ¿Por qué todos creen que el perdón cura todos los males que los seres humanos nos provocamos? ¿Acaso si las grandes potencias mundiales pidieran perdón a todas las víctimas de las guerras las cosas se solucionarían?
El mundo es extraño. Y está lleno de gente extraña. Gente alta, baja, regordeta, flacuchas, con ojos claros como una centella u oscuros como un océano a mitad de la noche... Pero el físico no es lo que importa en estos casos. Lo que importa es lo de d e n t r o. Porque hay personas frías, a las que todo le da igual, que tienen un corazón rodeado de hielo seco, de ese que no se funde con el calor. Hay personas crueles, las que solo se divierten con el mal de los demás y que, como debe de ser, se haccen más grandes cuanto mayor odio acumulan. Hay personas hipócritas, que te sacan una sonrisa y por detrás te clavan un puñal infectado con hormigas de fuego. Pero además, hay personas amables, sinceras, cariñosas y respetuosas. Pocas, pero las hay.
¿Qué en qué grupo me meto yo?
Frío, un poquito de crueldad. También sinceridad, amabilidad, lealtad... y un largo íncide de etcéteras.
Pero yo sigo sin entender una cosa: ¿por qué, teniendo cosas tan buenas y bonitas, solo sabemos sacar lo malo de nosotros mismos en la mayoría de las situaciones?
Yo sigo diciendo que el perdón no soluciona nada, ni un abrazo, ni recordar los buenos tiempos. Para mí, la persona que me falle o que me haga daño, desaparecerá de mi vida, la daré por muerta, asesinada o "suicidada". Mi corazón es pequeñito y si le abro las puertas a alguien es para que se quede. No para que a la mínima, todas las mierdas que he cometido en mi patética vida me sean restregadas una y otra vez. Dicha personas dejará de existir para mí.
Mi crueldad, mi frialdad, mi antipatía, mis juegos, mis engaños, mis torturas... todos irán a por esa persona en concreto. Y soy muy competitivo.
¿Por qué soy de esta manera? Ni idea. Supongo que el mundo ha hecho que sea así, que tenga un enorme caparazón contra él. Contra su dolor, sus miedos, sus infelicidades...
Y la verdad es que me gusta ser así. porque gracias a mis cosas malas he encontrado a personas que me hacen sacar lo más bonito que puede haber en mí.


Feliz Año 2010 a Todos. Que todos vuestros deseos se hagan realidad. Y si no se hacen... a seguir soñando toca.

jueves, 24 de diciembre de 2009

Carta a Santa Claus:

Querido y adorado bicho rojo de las Navidades:

¿Te acuerdas de mí? Sí, como olvidarse. Soy el niño que el año pasado te pidió a una persona como regalo de Navidades. ¿Y qué me trajiste? Una absurda corbata roja, unos calcetines, una colonia Don Algodón y 50 euros.
Pero no me trajistes a esa persona, esa que tanto amaba yo. Bueno, en realidad, ahora ese ser humano no me importa mucho. He aprendido a sustituir lo inalcanzable por algo que puedo conseguir... mínimamente.
Lo que quiero para estas Navidades no es un regalo que se pueda meter en una cajita y envolverlo con un papel precioso. Ni es una cosa que valga dinero. No es nada material. Es algo que está dentro de mí. Algo que el año pasado se me rompió, porque jugué demasiado con él. Ya sabes, tengo las manos de mantequilla y todo se me cae al suelo con la consecuencia de acabar estallando en mil pedazos.
Quiero un corazón nuevo.
Sí, de esos que saben amar y querer. De esos que cuando pronuncias un Te Quiero sale desde ahí. De esos corazones tan bonitos que se pintan en San Valentín y que saben a azucar. De esos corazones que muy pocas personas guardan intactos. Yo ya no sé amar. No sé lo que es eso. No sé que se siente y que no se siente. Por eso, y por una persona en especial, quiero mi corazón nuevo. No pido tanto, ¿verdad?
Al menos este año no te he pedido un beso de ninguna persona.

Atte: Zero.


P.D: Como este año no me traigas lo que quiero pagarás las consecuencias, viejo gordiflón -al que adoro, por supuesto-.

lunes, 21 de diciembre de 2009

Ni ahora soy ni mañana seré.


A fuera está lloviendo. Miro por la ventana empapada y lo único que veo es un mundo que se mueve al compás de un metrónomo oxidado por el tiempo.
¿Y sabes lo que más me duele? Que tú te mueves con ellos, como una marioneta. Sé que no es tu culpa, pero... ¿podrías pararte a mirarme alguna vez de estas? Sabes lo que brillan mis ojos cada vez que te veo. Sabes de la manera que mi corazón late cada vez que tus ojos se posan en los míos. Sabes lo mucho que me atraes, pero... ¿eso que más da?
Tu corazón es ocupado por otra persona y yo no soy nada. Ni ahora soy ni mañana seré. Es una frase que me encantaría que alguien escuchara.
Pero supongo que lo único que quiero es mirarte, hacerte ver que hay más personas en tú jodido alrededor. Que la vida no se queda dónde tú crees. Pero eso es imposible. Es una cuestión de edad, de mentalidad, pero sobre todo... de sexo.
Me gustaría decirte tantas cosas... me gustaría tanto conocerte.
¿Sabes? Me llaman Zero, porque dicen que conmigo todo puede empezar o todo puede acabar. Y estoy empezando a creer en ello.

martes, 8 de diciembre de 2009

This is not a dream.

El otoño empezaba a acabarse. Septiembre pasó, junto con Octubre, pues los dos se fueron a dormir a las once y veinticuatro de la noche. Noviembre, con su bufanda violácea y sus guantecitos a juego se resistía a irse, pero Diciembre, que siempre quería destacar en todo, lo empujó a un lado de la carretera, dejándolo en el suelo, llorando desconsoladamente.
Fuera nevaba con fuerza. Los copitos de nieve que se adherían al cristal se fundían por el calor de este. Y pequeñas gotitas empezaban a recorrerlo hasta terminar desapareciendo en el borde de la ventana.
En el interior de la habitación, el chico se levantó de la silla para coger un librito de la estantería, empapelada con muchas fotos polaroid y frases con mil y una palabras de amor.Lo abrió por la primera página y empezó a leerlo, mientras ella, tumbada en la cama, se miraba las manos y suspiraba, continuamente.
Él la miró y la recorrió con la vista, desnudándola con la mirada. Sacudió la cabeza y siguió con la lectura intensiva.
Ella lo observó por el rabillo del ojo y luego volvió a suspirar, haciendo que el hombre la mirase de nuevo y esbozara una sonrisa torcida, de esas que tanto le gustaban a ella.
-¿Ocurre algo? -susurró, dejando el libro en la mesa.
Ella negó con la cabeza.
El hombre puso los ojos en blanco y se puso encima de la chica, poniendo sus brazos por encima de la cabeza y dejándola inmovilizada.
-Repito, ¿ocurre algo?
-Esto no es más que un sueño, ¿verdad? -intentó besar sus labios, pero él se apartó, jugando.
Él se encogió de hombros y la besó con fuerza, intensidad, pasión. Un beso largo y romántico, haciendo que la chica inspirara aire con fuerza y abriera los ojos al máximo. Mientras, sus lenguas jugaban juntas y sus salivas se intercambiaban.Las manos de él se metieron por debajo de la camiseta de la chica y, lentamente, se la quitó. Ella desabrochó esa camisa negra que tan bien le quedaba y acarició su torso con las manos mientras el hombre mordía delicadamente su cuello e investigaba por zonas prohibidas, haciéndose el sordo a los gemidos de ella.Después de unos minutos de investigación y de juegos, él ya estaba dentro de ella. La chica lo sentía muy bien y por eso se agarraba a sus brazos mientras respiraba entrecortadamente, con la cabeza ladeada y los ojos bien cerrados, para sentirlo todo mejor. El torso del hombre estaba perlado de sudor, al igual que la frente y la espalda. Ella metió un dedo en la boca del hombre y él jugó un poquito, mientras observaba la sonrisa de la chica y su rubor en las mejillas. Era tan preciosa… tan perfecta que temía que se fuera a romper. Por eso la trataba con tanto cariño. Ella, para aquel hombre, era el más bello ser del mundo. Él para ella era su protección, su bastón para caminar, su mundo entero. El centro de su vida y el barco para cruzar cualquier océano. Por eso lo trataba tan bien. Porque si él se iba ella moría.
Dejaron que los minutos pasasen entre gemidos y respiraciones entrecortadas, haciendo el amor, disfrutándo el uno del otro tras estar tanto tiempo "separados".
Cuando todo acabó, ella se acorrucó en el pecho del hombre, que la abrazó con fuerza.
-Qué sueño más bonito...
Él rió.
-¿De qué te ríes?
-De que esto no es un sueño.
-¿Cómo lo sabes?
-Porque siempre que sueño contigo gimes mucho menos que en la realidad.
Un momento de silencio y los dos comenzaron a reírse, ajenos al frío del exterior pues ellos ya estaban bastante... ¿caldeados?

Así fue como Diciembre se marcó un buen tanto, ante la envidia de sus antecesores. Era el mes del frío, de la Navidad, de los regalos, de las buenas comidas… pero sobretodo el mes de la familia y el Amor. Pero lo que él no sabía era que, caminando con actitud chulesca y desgarbada, iba Enero, dispuesto a comerse el mundo entero.